5 de noviembre 2021 – Bonitas, llamativas, deseadas, sofisticadas, alrededor del cuello de las mujeres en el mercado y de los hombres como indicado de censo o de casta, presentes el los santuarios vudú y en los entierros, usadas en ceremonias tribuales, de iniciación y religiosas, coleccionadas y catalogadas. Se trata de las perlas de cristal, objeto de intercambio y de culto desde hace milenios, hoy en día, preciosos collares llevados puestos en cada ocasión. Intercambiadas con oro, marfil, esclavos. Y con un puñado de perlas, en 1626, parece que el olandés Peter Minuit compró a los indianos la que hoy se conoce como la isla de Mahhattan. Una historia perdiéndose en las brumas del tiempo, la de las perlas. Augusto Panini es considerado el máximo experto de este sector, reconstituió esta tradición por sus propias curiosidad y pasión. La colección está compuesta por la mayor parte de “trade beads”, perlas comerciales, preciosos testigos de contacos mercantiles, religiosos, y culturales de África Occidental con Egipto, Siria, Persia, India, Olanda, Inglaterr, Francia y, también, Venecia a partir del siglo VIII hasta el XX.
“De cierto momento de mi carrera de empresario textil, a finales de los años 70, estaba en Nigeria y Benin para vender pañuelos de poliéster para las comunidades afro-islámicas – cuenta – Un comercio dificil expandiéndose y teniendo grandes potencialidades. Enseguida, me quedé encantado al ver el ambiente de esos lugares que estaban obteniendo poco a poco su independencia y apenas reconquistándose su propia identidad post-colonial. Nigeria, en aquel tiempo, era riquísima gracias a la extracción extraterrtorial de petróleo, aunque el pequeño estado del Benin solo podía contar con el comercio: país encantador y conectado con las tradiciones tribuales, el vudu era y aún es la religión oficial del estado; los pequeños pueblos del norte vivían realidades medievales en las que la alternacia de las estaciones regularizaba el flujo de los pastores y de los pescadores nómadas, y donde los soberanos locales gestionaban pequeños reinos independientes. Ese mundo me echizó. Descubrí hasta que desde hace más de diez siglos comerciaba con la costa del Mediterráneo y con el Medioriente y que, entre la mercancía mayormente importada, estaban las perlas de crstal. Esas perlas hasta el siglo XV se producían en Egipto y en el cercano Oriente y, luego, en Venecia”.
De esa manera, Panini empezó a recoger las perlas de cristal por los mercados y por los pueblos, para comenzar un meticuloso trabajo de catalogación al intentar atribuir una proveniencia y una historia perteneciente a ellas. A través de las investigaciones en areas saharianas y sub saharianas, a menudo, encontraba perlas de piedra y concha resalientes al periodo del Sahara úmedo, entre 8.000 y 2.500 a.C.. El uso de objetos esféricos pinchados para ensartar en ellos hilos de rafia entralazados o de piel remite, port tanto, al neolítico.
“Alrededor del milenio III a.C., en Egipto, fusiones incompletas de arenas silíceas mezcladas con minerales coloridos servían para producir pequeñas perlas coloridas o a cubrir perlas de esteatita sin color para darles brillo y color – explica – los fenicios, ciertamente, fueron lo primeros grandes mrcantes de jarritos, como de lacrimatorios y de frascos de perfumes, y de perlas de cristal a lo largo de todo el periplo de Medrierráneo, seguidos por los romanos los que dieron a conocer las perlas de cristal que se producían en Alejandrís de Egipto y en Tiro hasta llegar a todas las provincias del imperio, desde Britania hasta Dacia”.
Los califatos árabes también fueron grandes productores de perlas desde el siglo VIII hasta el XV, de hecho, las exportaron a África Occidental, además de a Sahara en los imperios de Mali, con las que pagaban oro, marfil, madera preciada y esclavos. También las difundieron hasta en Persia y Afghanistan a lo largo de la Ruta de la seda, comprando mercancías preciadas como el ámbar báltica, artefactos de latón, tejios preciosos, y las perlas de cristal revelándose enseguida my apreciadas desde hace los primeros años de instauración dentro del nuevo mundo. Hernan Cortés llevó en homenaje a la corte de Montezuma un collar de perlas de cristal Rosetta, la que va a aperecer un siglo después en la lista de los bienes cedidos por el gobernador holandés Peter Minuit a los indianos Lenape tras la adquisición de Manhattan, a cambio de 60 florines holandeses. A continuación, los comerciantes de piel de castor empiezan a considerar muy ventajoso el hecho de pagar los pieles rojas de Norteamérica con perlas de cristal de Venecia usadas para adornar sus sombreros y pectorales que, hasta entonces, se bordaban con bolitas de conchas blancas y grises. Este acontecimieno cambió drásticamente las costumbres de los indianos de América que, gracias a los colores llamativos de los abalorios venecianos, llegaron a ser polícromas, tal y como ocurró en Kenia y en Sudáfrica ante los Samburu, los Masai, y los Zulu.
Perlas que se usan como pantallas, con mosaico, sopladas, sumergidas, con forma de ojos, de espiral, de bandera, de peine, monocromas, plumadas, de lunares, sinusoidales, enlucidas, con figuras, con murrinas, o bien, con los célebres abalorios, con las margaritas o las mil flores: un universo de colores y técnicas concentrado en pocos milímetros constituyendo un objetito tanto decorativo como bonito con el que Venecia ha conquistado el mundo, a lo largo de sus 1.600 años de historia. La República de la Serenissima, sobre todo Murano, beneficiaron al menos de trescientos años de próspero comercio transoceánico en que las perlas de cristal encuentran compradores en las Américas, en África, en Medio Oriente, y en India. “Gracias a la fantasía y a la capacidad de los maestros vidrieros venecianos que fueron capaces de interpretar las necesidades de etnias diferentes, reproduciendo los arquetipos antiguos pedidos, pero especialmente proponiendo exitosamente modelos venecianos únicos. Fue el momento en que las perlas de cristal de Murano llegaron a ser las más sofisticadas y preciosas, llevadas puestas, atesoradas, y transmitidas de generacióm en generación – subraya Panini – En Ghana todavía es posible participar en eventos formales en las embajadas o en sedes institucionales notables de alto rango en los cuales llevar colgadas del cuello antiguos collares de cristal veneciano como marca distintiva del propio linaje”.
Hasta el siglo pasado, Murano contaba fábricas de perlas de cristal con más de miles de dependientes con una entrada de al menos diez mil de mujeres encargadas de decorar y de infiltrar las perlas y los abalorios. Hoy en día, la producción ha disminuido considerablemente; de todos modos, todavía la perla de valor se propone come elemento decorativo para los bolsos, los zapatos, y accesorios para el pelo. Muchos son los diseñadores de nivel mundial que, a menudo, adoptan las perlas para realizar collares de oro preciosas, así que se devuelva al cristal su valor de material precioso, como siempre ha sido a lo largo de los siglos pasados.