Venecia, la ciudad en que nacen las gafas y donde en 1700 ya se usaban lentes verdes para filtrar la radiación ultravioleta

2 December 2021

Venecia, 29 de Noviembre 2021 – No hay duda, las gafas fueron inventadas en Venecia. Un descubrimiento con orígenes muy lejanas, entre 1200 y 1300, que empieza desde Murano y Venecia hasta conquistar el mundo entero. Un raro objeto surgido como prótesis y, luego, siglo tras siglo, convertido en un must en todos los desfiles de moda. Como bien sabe Roberto Vascellari, trasladado del Cadore a la laguna en 1957, óptico por pasión heredada de su padre, presidente del comité científico del Museo de las gafas de Pieve di Cadore, y coleccionista apasionado capaz de adquirir las piezas más únicas y raras existientes.

Todo empieza el 23 de febrero de 1305 con un sermón de un sacerdote en Santa María Novella en Florencia, al decir haber hablado con el hombre que inventó las gafas. Sin embargo, el documento más antiguo pertenece a la República Serenissima, en concreto, al Estatuto de los Cristalleri que, en 1300, prohibe producir objetos de cristal (vidrio) y venderlos como cristal propiamente dicho. En este lugar, por primera vez, aparece la frase “roidi da ogli e lapides ad legendum”, que significa discos para los ojos y piedras para leer. Entonces, a pesar de los varios asuntos, las ciudades de Florencia y de Pisa intentaron ganar la invención. Las documentos históricos, en cambio, demuestran la pertenecia de las gafas a Venecia, sin duda alguna.

“Lapides ad legendum” son los primeros sistemas de ampliación, es decir, las que en veneciano eran las piere da lexer: bloques de cristal de roca que, al apyarlos sobre cualquier manuscrito, daban la posibilidad de ampliar lo que se estaba leyendo – Vascellari explica – entonces, quiénes trabajaban tenían que tener las manos libres: de aquí nacen las primeras lentes que, apoyadas delante de los ojos, se nota que permiten ver el objeto más amplio. El pasaje sucesivo consiste en tener una simple astita y una simple lente, a la que se añade otra. Finalmente, se juntan, se fijan y así nacen las gafas”. Una evolución que, en relidad, está lejos de ser sencilla y rápida, porque toma 400 años antes de que un óptico inglés, Edward Scarlett, en 1700, dé estabilidad a las gafas a través de la invención de las dos astitas laterales. En el medio de esos 4 segundos se encuentra el mundo: especialmente, se habla de la evolución de la forma de las gafas y de la calidad de las lentes hasta llegar al catalejo de Galileo Galilei, con el que se revolucionó la astronomía.

“La forma de las primeras gafas es realizada con dos astitas remachadas, hay un perno que se apoya sobre el tabique nasal, y se intenta manener este objeto con la mano, porque las gafas eran claramente inestables –sigue el óptico – desde entonces, la evolución nos llevó hasta las formas más raras y diferentes. Pues lo más importante fue el descubrimiento de la lente, por parte de nosotros los venecianos, que surge a causa de la dificultad de los présbitas al mirar de cerca. Los que tenían una actividad artesanal tenían crisis tras los 40 años, con la lente se revoluciona la vida de la gente”. En Murano, donde la Serenissima había deslocalizado todas las vetrerías para salvaguadar los secretos del arte, se producían las lentes que eran trabajadas por los ópticos venecianos. En el marzo de 1317, el hijo de un cirujano llamado Francesco, obtiene el permiso de producir “oglarios de vitrio”, gafas de cristal, y de venderlos en la ciudad. Se trata del primer documento acertando la activdad de un óptico en Venecia.

“Digamos que en 1700 es Francia la que las convienrte de prótesis en accesorio de moda – explica Vascellari – de hecho, las gafas se usaban en el teatro y en público. Por ejemplo, las impertinentes, las gafitas con astilla, hacían levantar el codo de manera sensual a las damas. Es algo que saca las gafas afuera del mundo de la prótesis, es decir, de la corrección visual, para ingresar al mundo del acesorio y de la ropa”.

Los venecianos no solo inventan las gafas, sino descubren primeros que la lente verde protege los ojos y la piel de los rayos ultravioletas con casi 120 años de antelación del descubrmiento de su nocividad. Son las gafas de sol, según las damas en las gondolas, convirtiéndose en cristales de gondola propiamente dichos, para no broncearse durante el trayecto en laguna. Se conocen como las “gafas de Goldoni” porque se producen en 1700, son unas gafas de sol estabilizadas con dos astillas laterales, lentes con alta protección, y bandas laterales reparando del aire, del viento, de las salpicaduras de agua, del deslumbramiento de la luz. El cristal casi siempre es verde, en opsición al cristal azul usado en las gafas producidas en el Norte de Europa.

“Alrededor de 1820 nace una diatriba entre verde y azul oscuro y se pensaba qe el azul era claramente superior porque se había notado que las plantas bajo el cristal azul crecían exuberantes – señala Vascellari – en cambio, es el cristal verde el capaz de filtrar las ondas ultravioletas, aquellos rayos luminosos que no logramos ver como peligrosos y que dañan a nivel cutáneo y visual. Estos rayos dañinos se descubrieron en 1810 y se declararon como peligrosos en 1880. Nuestros cristales venecianos de 1700 paraban totalmente todos los ultravioletas”.

Coleccionista apasionado, Vascellari consiguió adquirir uno de 5 “cristales de dama o de gondola” presentes en el mundo: con forma de espejo, de laca veneciana con pequeñas imagenes pegadas y un gancho para colgarlo en la gondola y cogerlo fácilmente. En el centro, se destaca un gran cristal de color verde permitiendo a las damas mantener el color de la piel blanco, es decir noble. Piezas únicas, adjudicadas por Vascellari en subastas, o al dar la vuelta por los anticuarios, en que aparecen las gafas pertenecidas incluso al dux, o a la familia del dux, Alvise Mocenigo cuarto, sobre el que estuche está fijado el cuerno del dux. Hasta los estuches producidos en Venecia eran verdaderas obras de arte propiamente dichas, de madera, barnizados o lacados, parecen libros de historia sobre que se cuentan episodios conectados a acontecimientos de la vida veneciana, o bien testimonios y relaciones de guerra.

“Empecé a trabajar en la tienda de mi padre en 1979 y, en vista de que me gustaban los muebles antiguos, llevaba tiempo dando vueltas por los mercadillos, hasta que un día me topé con unas gafas que nunca había consiedrado, a pesar de que yo era óptico – concluye Vascellari, que también escribió numerosos libros sobre la historia de las gafas y que ahora está a punto de acabar un libro específico sobre su evolución en Japón – un descubrimiento que me me encantó así de tanto que empecé a comprar muchos libros sobre el tema y a coleccionar muchos libros sobre el tema también. Coleccionar, para mí, se ha convertido en una adicción, una pasión que me entró dentro, especialmente al descubrir la historia que se queda por detrás de cada pieza recién comprada. Venecia guarda un mundo que contar”.