Al principio era el “sciamito”, un tejido parecido al terciopelo, pero sin pelo. Luego, en 1300, algunos tejedores que procedían de la ciudad de Lucca pidieron asilo político a la ciudad de Venecia y, desde aquí, empezó la historia de un artesanado que sigue siendo admirado en todo el mundo. En 1500, en Venecia, había más de 6000 marcos que producían el terciopelo gracias a miles de personas que trabajaban en los laboratorios y en las casas. Toneladas de hilos de seda y manos expertas daban vida a los dibujos que, hoy en día, siguen considerándose de gran actualidad.
La de la Tessitura Bevilacqua es una historia que tiene más de cinco siglos, y que empieza en 1499, o sea cuando aparece un lienzo de Giovanni Mansueti, que se llama “San Marco trascinato nella Sinagoga”, una obra que contiene los nombres de los comitentes de la obra, entre los cuales hay “Giacomo Bevilacqua, tejedor”. Oficialmente, la Tessitura Luigi Bevilacqua nació en 1875, en un palacio en fondamenta San Lorenzo, que un tiempo solía ser la sede de la Scuola della Seta della Serenísima (Escuela de la Seda de la Serenísima), luego abandonada al comienzo del siglo debido al decreto de Napoleón que, en 1806, había cerrado todas las corporaciones artesanas de Venecia. Hoy en día Bevilacqua es la más antigua tejedura de toda Europa que sigue usando los marcos originales de 1700 de la Scuola de la Seta, creando preciosos tejidos de terciopelo “soprarizzo”, con las mismas técnicas ordenadas por los Dogos que mandaban en la ciudad que, justo este año, celebra los 1600 años de su fundación.
“Nuestro punto de fuerza es que somos los únicos que producen un tejido según los mismos niveles de calidad antiguos, porque, después de 130 años, producimos el tejido en la misma manera – explica el director ejecutivo Alberto Bevilacqua – la historia documentada de nuestra familia empieza con nuestro bisabuelo que, en 1875 creó oficialmente esta sociedad, aunque hay pruebas de que ya al final de 1400 nuestros ancestros ya trabajaban los tejidos. La sociedad ha pasado de mano en mano a través de seis generaciones, administrada también por otros miembros de la familia Bevilacqua”.
Al comienzo de Mil Novecientos, Bevilacqua tenia mas de cien tejedores mientras hoy solo hay 18 marcos y 7 tejedoras que tienen la difícil tarea de crear, con mucha paciencia, pocos centímetros de terciopelo cada día, tejidos que luego se usarán para embellecer casas, salas de exposiciones e iglesias, además de ser puestas por las modelos en las pasarelas de alta costura”.
“Antiguamente, la iglesia solía ser uno de los comitentes más importantes por el terciopelo, que luego fue incluido en la alta costura por la diseñadora de moda Roberta di Camerino con el bolso Bagonghi. En los últimos años el uso del terciopelo ha vuelto a ser usado por muchos entre los diseñadores de moda – sigue Bevilacqua - tanto italianos como extranjeros”.
Entrar en la sede de la Bevilacqua, en la zona de Santa Croce, significa volver atrás en el tiempo, donde había los marcos de madera, los hilos de seda colorados y un archivo histórico en el que se encuentran más de 3500 muestras y de “messe in carta”, o sea los dibujos técnicos que guardan las informaciones necesarias para perforar las tarjetas.
Para producir un tejido de terciopelo hay que empezar del dibujo que se quiere realizar. Cada hueco tiene que corresponder a un hilo y cada tarjeta representa medio milímetro de dibujo del tejido que hay que realizar.
“Antiguamente había unos chicos sobre los marcos que movían los hilos según la voluntad de los tejedores y, en 1803 el francés Jacquard inventó estas máquinas que leían las tarjetas horadadas – explica el director ejecutivo -. Por ejemplo, por un dibujo de 1,5 metros hay que crear más de 3.000 tarjetas horadadas”.
Mientras se realiza el dibujo, se sigue preparando el marco, operación que puede tardar hasta seis meses de trabajo debido a que hay que anudar 16.000 hilos. Una vez cargado el marco, cuando las bobinas y las tarjetas horadadas han sido puestas, se puede empezar a tejer. Un trabajo de precisión y paciencia, muy largo, que puede tardar años para satisfacer el cliente: como en el caso de la restauración del Palacio Real de Dresde. “Tardamos tres años, desde 2017 hasta 2019, para realizar, con tres marcos, 720 metros de terciopelo usando una muestra original que habían salvado – cuenta Alberto Bevilacqua – Lo hemos reconstruido igual, con las mismas características técnicas”.