Venecia, 6 de diciembre 2021 – Está considerada la protectora de los ojos, de los oculistas, de los electricistas, y de los niños. En algunas ciudades de norte, la noche de Santa Lucía, el 13 de diciembre, es una noche mágica esperada por los pequeños. Según la tradición, esa noche, la Santa monta su burrito para traer los dulces y los regalos a los niños que se han portdo bien durante todo el año. En Venecia, miles de peregrinos van a visitar sus despojos guardados en la iglesia de San Jeremías, mejor conocido como el santuario de Santa Lucía. Aquí mismo, en Venecia, Lucía encontró la paz tras muchas peripecias.
Las celebraciones en honor de la Santa se van a inaugurar con el concierto “Nova lux” de la compositora y cantante lírica Gloria Bruni, que se va a desarrollar el sábado 11 de diciembre a las 18. Se trata de uno de los eventos organizados en concomitancia con las celebraciones dedicadas a los 1600 años de Venecia, ocasión para ver también la restauración tambié del santuario. El programa prevee la ejcución de diferentes temas sagrados compuestos por Bruni, el que va a performar en esta ocasión también como soprano junto al cuarteto Lux (compuesto por las primeras partes de la orquesta del Teatro La Fenice), y tocando oboe y guitarra.
La historia de los despojos de Santa Lucia tienen raíces lejanas, remontando a los 1600 años de vida de la Serenissima. Lucía, una de las figuras más queridas por la devoción cristiana, nació en Siracusa en una familia adinerada alrededor de 283. Prometida en matrimonio a un pagano, la joven se consagró al Señor haciendo un voto de virginidad y expresó su determinación en entregar sus pertenencias a los pobres. El joven que deseaba casarse con ella, la denunció al prefecto. Según la tradición, el 13 de diciembre del 304 Lucía murió, tras crueles torturas. A ella se atribuyeron numerosos prodgios incluso antes de morirse. Por ejemplo, según fuentes latinas, logró sobrevivir a una hoguera de la que salió totalmente incólume y, por eso, fue decapitada o apuñalada en la garganta.
Su cuerpo permaneció por muchos siglos en Siracusa hasta que, en 1039, sus restos mortales se trasladaron a Costantinopla como botín de guerra, para donarlos a la imperadora Teodora por parte del general Maniace, el que quitó Siracusa de la dominación islámica. Es el momento en que ingresa Venecia, a través del dux Enrico Dandolo que, durante la IV cruzada de 1204, hice recoger los restos de la Santa en Costantinopla para traerlos en Venecia.
Lo primero, el cuerpo de la Santa fue trasladado a la iglesia de la isla de San Giorgio Maggiore. Sin embargo, en 1279, en una peregrinación atestada, el mar agitado volcó los barcos que estaban yendo de procesión hacia la isla y unos devotos se murieron. A partir de este hecho, se tomó la decisión de encontrar una nueva colocación en la ciudad y ya no en una isla: el senado de la Serenissima identificó la iglesia de Santa María Annunziata en Cannaregio y el 18 de enero de 1280, los despojos se trasladaron a una procesión solemne. La iglesia fue consagrada al culto de Santa Lucía.
Ni siquiera en ese lugar la mártir consiguió descansar para siempre. Porque en 1806, con decreto napoleónico, la comunidad conventual fue suprimida y, a causa de la construcción de la nueva estación de trenes, la iglesia y el convento fueron demolidos entre 1861 y 1863. En memoria de la presencia del edificio de culto, la nueva estación fue nombrada “Venecia Santa Lucía”.
Las reliquias, en cambio, se trasladaron a la Iglesia de San Jeremías: con el traslado de las santas reliquias, la iglesia se dedicó a San Jeremías, desde hace el año Mil en que consiguió el título de Lucía.
Pero también en San Jeremías, el cuerpo de la Santa no lograba tener paz. En 1981, las reliquias fueron protagonistas de un episodio de de crónica negra en la ciudad: era el 7 de noviembre cuando dos jóvenes rompieron el relicario de cristal y tomaron los restos de la Santa, que estaban envueltos en terciopelo rojo, salvo la cabeza y la máscara de plata cubriéndola. Un mes llevado buscando las reliquias que, luego, fueron encontradas dentro de una cabaña en la barena (típico trecho de tierra emergiendo de la laguna veneciana) del Montiron, dentro de una bolsa de plástico. De ese modo, el cuerpo fue reconstruido y, tras 36 días, el 13 de diciembe de 1981, Lucía fue traída otra vez a la iglesia y colocada en su terciopelo rojo por las mismas monjas que desde hace cincuenta años realizaron su vestuario. Desde entonces, en ese lugar, la Santa descansa en paz, en el nuevo relicario de cristal antibalas y gracias al sistema de alarma. Santa Lucía lleva ya 900 años velando sobre todos los peregrinos, así como dice la inscirpción destacándose al exterior del santuario: “Lucia Vergine di Siracusa in questo tempio riposa. All’Italia e al mondo ispiri luce e pace” (“Lucía Virgen de Siracusa en este templo edscansa. A Italia y al mundo inspiras luz y esperanza”).