Tarros de tinta, pinceles, marcos y colores dispersos aquí y allá. Hojas puestas en un rincón, cuadros de litografía colgados en las paredes y grandes mesas de trabajo. Equipos, pinceles y cinceles. Entrar en el laboratorio de serigrafía Fallani de Venecia significa entrar en una pequeña joya escondida donde el arte se transforma, para luego imprimirse en el papel y seguir testimoniando los momentos de historia de una ciudad que ya tiene 1600 años de historia. Detrás de este lugar hay un hombre veneciano, una persona que cada día respira el arte y prefiere expresarse con colores y formas en lugar de palabras. Es Gianpaolo Fallani, dueño de la empresa y del laboratorio que, cada día, produce obras de arte imprimiendolas sobre todo tipo de material. Es un lugar escondido en una pequeña calle que se asoma a la laguna de Venecia, al lado de Fondamenta Nove y que sigue evolucionando el arte veneciana de la litografía, llevándola consigo en el mundo, siguiendo el ejemplo de quien, antes que él, dio vida a este oficio.
Todo empezó hace muchos años, cuando un chico de Florencia con pasión por la litografía se mudó a Venecia. El, fue llamado por los padres armenios para trabajar en la tipografía de la isla. Luego, después de esta experiencia con los armenios, decidió abrir un laboratorio de zincografía, donde empezó a producir galvanos tipográficos para luego dedicarse a la fotolitografía. Sin embargo, fue solo en el 1968 que empezó a dedicarse a la serigrafía gracias a una feria, y, desde aquel momento, ya no podrá dejar de dedicarse a este arte, enamorándose de las infinitas potencialidades de esta técnica de impresión.
Este chico luego tendrá un hijo, Gianpaolo Fallani que, hoy en día, es el dueño del laboratorio veneciano. Tiene la misma pasión por la serigrafía y el grabado, para los colores y el papel, que los han llevado a escoger este trabajo.
«Yo crecí en el laboratorio de mi padre. Allí pasé muchas tardes y muchos días durante las vacaciones, en verano – recuerda Gianpaolo Fallani -. Desde pequeño fui capturado por los colores, la habilidad y el arte de mi padre. De hecho, creciendo, hice otras cosas, trabajé con el grabado digital, aunque, desde unos diez años, decidí retomar la actividad de serigrafía artística porque odiaba la idea de que se abandonara esta actividad, con el riesgo de que no siguiese en los años».
Hoy en el laboratorio en el que siempre se ha trabajado con los artistas preparando reproducciones para catálogos y carteles para exposiciones de arte, se sigue traduciendo, después de más de 50 años de actividad, las obras de ilustradores y artistas de todo el mundo. De hecho, la técnica sigue siendo la misma, así como los instrumentos que se usan en este oficio.
La obra empieza con un marco de nailon que, en el pasado, solía ser de seda. Este tejido se pone en otro marco de madera o de metal. Es así como, a través de las fibras del tejido pasa la tinta que luego será grabada en una superficie. Para transmitir la imagen en un marco, hay que desarrollar un proceso que necesita la presencia de una gelatina sensible a las fotos que luego se deja secar, se pone en contacto con una película transparente y al final se expone a los rayos UV por algunos minutos. Esta mezcla, una vez golpeada por la luz, se transforma y de líquida se convierte en sólida en algunos puntos, los mismos que han sido iluminados y que, luego harán de contorno al dibujo. Una vez preparado el material sobre el que se quiere desarrollar el grabado, solo hay que presionar la superficie con un instrumento cuya empuñadura podría ser de madera o metal y su hoja de goma. Así la tinta se trasladará solo en los lugares del marco que no han sido tocada por la mezcla que ya se ha vuelto sólida creando el dibujo.
«La serigrafía es una técnica de impresión muy interesante y muy poco conocida. Esta técnica nos permite imprimir sobre todo tipo de material – concluye Fallani – quitando cada límite a la creatividad. Esta es la razón por la que mi padre escogió este oficio y luego yo decidí seguir sus pasos».
Desde hace diez años Gianpaolo Fallani es el dueño del laboratorio veneciano de serigrafía, fundado por su padre y con el cual ha grabado el arte desde hasta que falleció. Decidió seguir teniendo en Venecia su laboratorio siendo demasiado enamorado de la ciudad en la que nació. Es así que, aquel chico enamorado del arte sigue viviendo la humanidad que hay en las calles de una ciudad llena de historia, tradición y arte, ayudando con sus colores, sus hojas de papel y su experiencia, los artistas de todo el mundo en expresar su propia emoción.