Venecia, 28 de enero 2022 – Entre sus manos una carta solicitando alojamiento para dos cónyuges desalojados. Su hermana la encontró así, tumbada en la cama. Su último pensamiento fue una solicitud de ayuda y de asistencia a quién lo necesitara, tal y como había sido toda su vida. Desde hace sesenta años, el 24 de noviembre de 1962, Anita Mezzalira se murió, la primera mujer obteniendo el cargo de Consejal en alimentación en una junta del Ayuntamiento de Venecia, la de 1946 dirigida por el alcade Giobatta Gianquinto. Se incorporó cuando era adolescente en la Manifattura Tabacchi, Anita enseguida llegó a ser una líder del movimiento sindical para llevar adelante las reinvindicaciones sobre el salario, sobre el horario de trabajo, sobre la salubriedad de los ambientes, sobre un sistema de welfare para ayudar a las estanqueras. Nació en Venecia el 28 de julio de 1886, su destino ya estaba escrito: en la sangre de Anita fluía el fervor garibaldino, porque su padre, gondoler, había participado en la expedición junto con Garibaldi.
“Al volver de la expedición garibaldina, su padre le transmitió los valores de la libertad y de la justicia. Anita nunca se casó, empezó a trabajar a los 14 años en la Manifattura Tabacchi y, tras el concurso, fue contratada con el quinto grado. Era una mujer muy inteligente – recuerda Liliana Trinca, mujer del nieto de Anita – Toda la familia se sentía orgullosa de ella, aunque tuvo retorsiones a causa de su compromiso político: mi suegro, hermano de Anita, era primer maquinista en los ferrocarriles, ya tenía cuatro hijos cuando lo despidieron en 1924, con la justificación de ser afiliado del mismo partido de su hermana. Yo la conocí al encontrar mi marido: era muy joven, ni tenía 14 años. Durante toda su vida ha hecho mucho del bien, siempre se ha preocupado por todos, no tenía nada pero su primer pensamiento eran las personas a las que dar ayuda: instituió las estancias veraniegas para niños, se ocupaba de los comedores para los pobres, visitaba los hospitales, se ocupaba de quiénes estuvieran enfermos”.
Venecia en sus 1600 años de vida ha creado figuras femeninas de grandísima importancia y, precisamente en la laguna, había una clase obrera femenina muy numerosa y activa, como dice Maria Teresa Sega al recordar esos episodios. Estas mujeres, que habían ganado su propria autonomía económica, tenían una personalidad muy fuerte y animada. En el marzo de 1946, ocurrieron las primeras elecciones a las que las mujeres participaron con sufragio activo y pasivo. Luego, en junio, las mujeres votaron en el referendum entre Monarquía y República y para elegir los deputados de la Asemblea constituyente. Sin embargo, antes habían las elecciones municipales. Y las mujeres fueron fundamentales, por vez priemera. En el Ayuntamiento, con Gianquinto se eligieron hasta 7 repersentantes femeninas.
“Antes socialista y luego comunista, Anita fue reprochada y despedida varias veces, privada de su sueldo, aunque las colegas la consideraban una madre, contribuyeron de manera espontánea a aydarla – sigue Trinca – después, con el fascismo iniciaron los problemas, fue detenida y puesta bajo arresto domiciliario”.
Arrojada opositora al fascismo, al ser expulsada de la fábrica en 1927, participa en la Resistencia y en 1945 fue contratada otra vez por la Manifattura, donde fue elegida en la secretaría de la Comisión interna y, de esta manera, empezó su carrera política.
“Después del 8 de septiembre de 1943, al fundarse la República de Salò, la Manifattura Tabacchi de Venecia se convirtió en la sede de la dirección nacional de los estanqueros – recuerda Sega – Terminada al guerra, Anita regresa a la fábrica triunfante, así que se dirigió al nuevo director diciéndole “se ocupe usted de la Manifattura, yo me ocupo de los oficiales”, por tanto llegó a ser una semi-directora. Siempre muy bien vista por las trabajadoras, no solo por las compañeras estanqueras. Ella ya era conocida en toda la ciudad. De hecho, en el marzo del ‘46 fue elegida como segunda después de Gianquinto. Luego, siguió siendo representante sindical del Monopolio di Stato, también con papeles a nivel nacional y se dedicó durante toda su vida al sindicato, a la organización de las trabajadoras, a la asistencia de las personas necesitadas, a los niños huérfanos o en condiciones muy pobres”.
Anita dedicó toda su vida a sus ideales, a una gran idea de justicia absorbida desde cuando era pequeña, a la protección de los pobres, así contribuyendo a la adquisición de los derechos que se dan por sentados hoy en día, aunque obtenidos pagando un alto precio.
“Anita sabía hablar con todos, a partir de los ministros a los obreros, era solo una niña cuando entendió que dedicaría toda su vida a la lucha contra las injusticias sociales – concluye la nieta – y Venecia le estuve muy agradecida por su compromiso: el día de su funeral había muchísima gente, desde el puente de las Guglie hasta el Cinema Italia, todos los miembros de los partidos, personas llorando porque ella había hecho todo ese bien”.