Venecia, 9 de agosto de 2021 – Alguien se acordará de esta amenaza: “Si no te portas bien, te llevo a San Servolo” aunque todavía ya casi se ha olvidado, como los siglos de historia que caracterizan a esta Isla. San Servolo es el ejemplo de cómo el dinero público puede ser usado para volver a utilizar una isla que corría el riesgo de ser abandonada o vendida a privados. San Servolo es la isla donde se encuentran los mejores centros de enseñanzas; San Servolo es la isla de la paz, perfecta para todo tipo de celebraciones gracias a su parco enorme que se asoma a la ciudad de Venecia; San Servolo también es la isla de la inquietud, del sufrimiento y de las decenas de miles de registros médicos que cuentan la historia de seres humanos, de vidas, de estancias a largo o corto plazo y de una enfermedad que, a veces era causada por la malnutrición y a veces mataba. San Servolo es la isla de la locura, donde había un enorme manicomio que, en 1978 gracias a la ley Basaglia, así como todos los otros manicomios del país, se cerró.
La isla, como explica el administrador único Andrea Berro, tiene 175 habitaciones en las que caben un total de 300 camas. Aquí, cada año, se celebran entre 120 y 150 eventos como: fiestas de empresa, bodas, conferencias y mucho más. De todas formas, como prueba de lo que representó este lugar, hay el Museo de la locura, que cada año, cuenta con seis mil visitantes – en constante aumento.
“San Servolo es entre las islas menores más encantadora de la ciudad, además de ser el único ejemplo de recuperación por manos de las instituciones públicas. En origen, solía ser un monasterio benedictino, en el que primero albergaban los monjes y después las monjas. Luego, la estructura fue recuperada: primero se transformóen un hospital militar y después, hasta 1978, en un manicomio para hombres de la ciudad – explica Berro. La estructura fue abandonada hasta el final de los años 90 del siglo veinte, cuando la Città Metropolitana, que en aquellos años seguía siendo Provincia de Venecia, llevó a cabo una restauración completa de la isla, por medio de dinero público, con el fin de convertirla en un centro de congresos. Al principio, este proyecto estaba dirigidosobre todo al mundo académico y a los estudiantes, gracias a la creación de la Venice International University, aunque luego se abrió a las otras realidades institucionales y a la organización de eventos”.
San Servolo guarda y testimonia – porque la memoria de los 1600 años de la ciudad se tiene que guardar, testimoniar y contar – aunque también mire más allá. Lo que solía ser el lugar de la marginación y exclusión, hoy en día es el lugar donde se pueden oir niños jugando en los campamentos de verano, se pueden recoger las aceitunas, se pueden celebrar bodas, fiestas de empresa, inaugurar exhibiciones y también se pueden ver estudiantes, estudiosos y visitadores paseando por la isla. En esta isla se mira hacia el futuro, sobre todo gracias al tema de la sostenibilidad. De hecho, hay un proyecto para la realización de unas intervenciones para modernizar las estructuras y las funciones de la isla, respetando al medio ambiente.
En la isla - que desde 2004 ha sido administrada por la sociedad San Servolo – Servizi Metropolitani di Venezia - en 1700 albergaban los heridos de la Repubblica Serenissima que volvían a Venecia de los lugares en los que se combatía la batalla contras a los turcos. Ellos solían ser tratados y ayudados por los curas de San Giovanni di Dio, hoy en día conocido como Fatebenefratelli.
Como cuenta Luigi Armiato, administrador del Museo, entre los testimonios que quedan, hay la farmacia del setecientos – antes especiería – cuyas estanterías y casi 200 jarrones originales están caracterizados por la presencia de la imagen del león de San Marcos en amarillo, un regalo de la Repubblica Serenissima como signo de estima para la calidad de las medicinas producidas. Luego, la isla se convirtió en un manicomio y fue en 1725 que el primer “loco” fue internado por orden del Consejo de los Diez, a pesar de que los años siguientes solo se empezaron a internar nobles y ricos, los que podían pagar el alojamiento. Para los locos pobres había la fusta, un barco en ruinas que solía acoger cientos de personas, entre las cuales había criminales, locos y enfermos. Después de 1797, San Servolo empezó a acoger personas que pertenecían a todas las clases sociales.
De gran interés fue la reconstrucción de la sala anatómica (que, con respeto a su ubicación originaria situada al final de la isla, fue trasladada cerca de la iglesia que remonta al setecientos), donde se pueden ver todos los objetos originales, incluidos los cerebros conservados por el método de la plastinaciòn.
“El museo guarda aproximadamente setenta mil registros médicos desde 1840 hasta el cierre de la institución – explica Armiato – aunque hemos también recuperado los registros médicos del manicomio por mujeres de San Clemente y los de Marocco y Mogliano Veneto- pequeños pueblos situados en la tierra firme”.
San Servolo cuenta historias: la del ilustrísimo Lorenzo Stefani que, siendo rico, pudo ser internado aquí en lugar de ser abandonado en la fusta, la cárcel donde había locos y criminales: él tenía 32 años cuando fue internado y salió a los 69. San Servolo también cuenta la historia de Matteo Lovat da Casal di Zoldo, el cual apenas llegó a Venecia se crucificó en una de las calli de la ciudad y, después de un año, falleció en la isla. Además, cuenta lavida del “joven” Alessandro Bravin que fue internado en San Servolo un año por castigo. Luego hay las fotos de los rostros de las personas que fueron ingresadas al manicomio. Estos rostros fueron usados para crear una exposición de fotografías que los representan a la entrada y a la salida de la institución, comparando sus carasantes y después del tratamiento. De hecho, en muchos casos la pelagra – enfermedad causada por la malnutrición – era la causa principal de la enfermedad mental y entonces, al comer de manera más regular, la enfermedad desaparecía. A continuación, en el museo hay también las pruebas de los tratamientos, – como la hidroterapia o el electroshock- los objetos de inmovilización y las pruebas del trabajo hecho en cada paciente;casi 700 eran los enfermos que se tenían que ser ayudados a diario.
“San Servolo es un patrón de éxito – termina Berro – porque además de probar su pasado como manicomio, hemos trabajado mucho en la isla para poder hacer algo más”.