Venecia, 24 de novimbre 2021 – De madera, de marfil, de hueso, de cuero o de pergamino, antes con finalidad militar, luego para observar el cielo y descubrir informaciones que revolucionaron la historia del universo. Se trata de los catalejos, aquellos instrumentos que siguieron el descubrimiento de las gafas. Esos instrumentos tienen paternidad veneciana, se construían y se exportaban con gran éxito en la ciudad. El día 21 de agosto de 1609, Galileo Galilei opta por el “paron de casa” (dueño de la casa), el campanario de San Marcos, para presentar su último extraordinario descubrimiento: el “cannon”, como solían llamarlo los venecianos. Galileo sube al campanario junto a los más importantes cargos públicos de la República de la Serenissima y, delante de Leonardo Donà, 90º dux, para mostrar la potencialidad del instrumento que podría ayudar la Serenissima a vencer al enemigo. De hecho, escribe en su carta para el dux lo que sigue “potendosi in mare in assai maggior lontananza del consueto scoprire legni et vele dell’inimico, sì che per due hore et più di tempo possiamo prima scoprir lui che egli scuopra noi, et distinguendo il numero et la qualità de i vasselli, giudicare le sue forze, per allestirsi alla caccia, al combattimento o alla fuga; et parimente potendosi in terra scoprire dentro alle piazze, alloggiamenti et ripari dell’inimico da qualche eminenza benché lontana, o pure anco nella campagna aperta vedere et particolarmente distinguere, con nostro grandissimo vantaggio, ogni suo moto et preparamento; oltre a molte altre utilità, chiaramente note ad ogni persona giudiziosa”.
Se trata de un evento recordado también con una placa conmemorativa en el campanario, desvelada el 7 de junio de 2009 en ocasión de los 400 años de las primeras observaciones astronómicas: “Galileo Galilei con su cantajo desde aquí el 21 de agosto 1609 ampliaba los horizontes del hombre en el cuarto centenario”.
Así es que las cristalerías de Murano se pusieron a trabajar para construir un instrumento que luego llegaría a estar de moda en todo el mundo.
“Las lentes eran producidas de cristal de roca y el mismo Galileo, hasta 1620, compró lentes de Murano – explica Roberto Vascellari, óptico veneciano así como colecconista y presidente del comité científico del Museo de Gafas de Pieve di Cadore – las lentes se producían en las cristalerías y, sucesivamente, procesado por los ópticos. Es evidente que la combinación entre una lente negativa y un positiva dirigió Galileo hacia mejoras acerca del que parece ser el primer catalejo llegado desde Holanda, porque la calidad visual introducida por Galileo está muy por encima en comparación con los demás”. Hasta el punto de que en Holanda declararon que los catalejos venecianos, especialmente los de un hombre llamado Bacci, son mejores de cualquier otro catalejo por ahí. De hecho, incluso cuándo lo científico padano se trasladó a Florencia en la corte de los Medici e intentará hacer fabricar las lentes por un cristalero florentino con poco éxito, durante años fue obligado a recurrir a los cristaleros de Murano y a su maestría sin igual.
En su laboratorio, a poca distancia del puente de Rialto, en ocasión de los 1600 años de la fundación de Venecia, Vascellari preparó un escaparate dedicado a la producción de catalejos de 1600 y 1700, realizados en Venecia tras el descubrimiento de Galileo. “Todos están hechos de cartón piedra compuestos de anillos de sello o de anillos para sostener la lente objetiva, en cambio, hechos de madera, marfil, cuerno, plata, o latón – explica – son catalejos para la visión a larga distancia con la construcción típica de Galileo, el que juntó una lente positiva y una negativa para mantener la imagen ampliada aunque enderezada al verla. Posteriormente, Keplero construyó un catalejo con dos lentes positivas capaces de dar mayor amplicación para la astronomía, pero poniendo al revés la imagen. Existen también dos sistemas para enderezar y para aumentar su potencia con respecto al catalejo de Galileo, pero el concepto inicial era una lente única tanto positiva como negativa”. En la musetra hay también pequeños catalejos, pequeños objetos de hueso y de cartón piedra, de laca veneciana con inserciones de oro, que las damas solían utilizar en los teatros para observar mejor los actores o “espiar” alguien entre el público.