Venecia, 3 de Noviembre 2021 – A pocos kilómetros de Venecia, a lo lago de la ribera del Brenta, surge el pequeño pueblo de Dolo. Se trata de una joya pertenciente a la tierra firme veneciana que tiene su relación con la Serenissima remontando a la antigüedad. Es posible visrumblarla a través de sus palacios, de las iglesias, y de las calles de la ciudad, todos elementos probando el dominio de una potencia que este año celebra 1.600 años de su nacimiento.
Solamete al pasear por las calles de Dolo, es posible notar todos eso. Por ejemplo, al levantar la mirada hacia la fachada de la Catedral de San Rocco se puede ver, entre el marmol blanco y las columnas de la iglesia, el rostro de San Giorgio Maggiore en Venecia y descubrir, ahí cerca, un campanario recordando el aspecto y los colores de “El Paron de Casa” (el dueño de casa, campanario) de Plaza San Marcos. Se puede reconocer Venecia a lo largo de las calles de Dolo, incluso escuchando el sonido del agua fluyendo a través de las palas del molino de la ciudad haciéndonos imaginar el mismo chapoteo de los canales venecianos al pasar de las gondolas. De la misma manera, solamente al posar los ojos en el histórico “Squero” de la ciudad, el único de toda la ribera del Brenta, lleva enseguida nuestra imaginación al trabajo de los carpinteros de ribera de la ciudad de la laguna.
El primer contacto entre Dolo y Venecia occurre en el siglo XVI, dos lugares poco distantes geográficamente, sin embargo, hasta aquel entonces, todavía lejos por lo que se refiere a sus recíprocas relaciones. Lo que empieza a crear una conexión entre la ciudad de la laguna y este pequeño pueblo véneto fue una decisión tomada en 1.500 por el gobierno veneciano. Ese año, de hecho, Venecia elige recualifcar parte de su tierra firme para convertirla en una etapa alternativa a los tráficos del Mediterráneo, que empezaron a reducirse tras el descubrimiento de América y el desarrollo del comercio al extranjero.
«Gracias a la venta repentina de terrenos de la tierra firme ha la nobeza veneciana – cuenta Elisabetta Vulcano, fundadora del Centro Studi Riviera del Brenta – que nace del crecimiento de la ganadería y de los cultivos de las tierras de las villas de la ribera de Brenta que, a distancia de siglos, se convertirán en ejemplos de esplendor y elegancia, además de sedes de las estancias de los nobles venecianos en tierra firme, transformando, de esa manera, un lugar descnocino dentro del “buen salón” de la rivera»
La relación entre Dolo y Venecia se establece a causa de otro elemento también: el río Brenta. Este curso de agua, considerado por los venecianos la continuación imaginaria del Canal Grande, fue recurso para la realización de un desarrollo comercial, económico, y mundano de la ciudad. El canal navegable del Brenta, todavía existiente en Dolo, dividía el pueblo en dos polos distintos. Por un lado el polo social delimitado por el Café Commercio, primer lugar público de la ciudad surgido al seguir el ejemplo de los típicos cafés venecianos; por otro lado, está el polo económico constituido por la presencia del molino monumental, centro nerurálgico de la actividad económica de la ciudad, y por la presencia de lo “squero” en el que se reparaban “burchi” y “burchielle” (tipologías de embarcación) e impermeabilizantes para los fondos de los barcos, y las históricas “chiuse” (diques) dedicadas al transporte de la mercancía y de la gente alrededor de la ciudad.
Estas últimas representan una gran revolución para la ribera del Brenta. Construidas según el proyecto de Leonardo Da Vinci, los óvalos cerrados de Leonardo estaban situados en cuatro lugares de la tierra firme veneciana: Dolo, Mira, Stra, y Moranzani. Estas aseguraban una correcta navegación desde y hacia la ciudad de la laguna, suavizando el dsnivel de 12 metros entre Padova y Venecia.
«En el pasado, sin embargo, pasar a través de un dique con un “burchiello”, por cierto, no era un proceso rápido como se podría imaginar hoy en día – explica Elisabetta Vulcano – los quién pasaban, de hecho, tenían que esperar horas entre los diques antes de poder seguir la navegación por el río y, por eso, alrededor de esos sistemas hidráulicos, surgieron pequeñas plazas comerciales en las que los comerciantes esperaban jugando a los dados, comprando unas mercancías en los puestos preparados a lo largo de la orilla, o bien, bebiendo un “puncio della barcarola” en el Café Commercio, como testifican algunas obras de Giambattista Cimaroli y Francesco Costa»
En cada esquina de Dolo, a partir del más desconocido, como la calle de los Calafati, hasta lo más imponente y majestuoso, como el lugar acogiendo el pequeño “Paron de Casa”, encontramos otra vez la historia, la cultura y el saber veneciano que, en poco tiempo, logró convertir un pequeño país de la ribera del Brenta en uno de los centros culturales, sociales y económicos más importantes de la época de la Serenissima.