Un capullo de rosa a la mujer amada. Los orígenes de una tradición del pasado al presente.
Venecia, 25 de abril de 2021- El 25 de abril, día de San Marco, se conoce también como la fiesta del Bòcolo. De hecho, una antigua costumbre veneciana que se ha transmitido hasta hoy, quiere que en el día de la celebración de la muerte y del martirio del santo patrón de la ciudad, los hombres regalen una rosa roja (Bòcolo en veneciano) a la mujer amada.
En la cultura popular existe una estrecha relación entre la figura del santo, la de las mujeres y esta flor. Se dice, de hecho, que en Alejandría, en Egipto, de la sangre del evangelista que murió mártir florecieron rosas y que esta misma flor está relacionado a la representación de la figura femenina que, en la Venecia del siglo XVI, venía representada, cuando prometida (novizza en veneciano) con una rosa en la mano.
De hecho, existen dos leyendas sobre el posible origen de esta dulce tradición que sigue, incluso hoy, siendo parte de las costumbres de la Venecia contemporánea.
La leyenda sobre el amor entre Vulcana y Tancredi
La primera leyenda popular, de la que se originó la tradición del bòcolo, nos remite a la historia de un amor infeliz. Ella, Maria Partecipazio, hija de Orso, un aristocratico veneciano, y conocida como Vulcana por sus ojos negros y ardientes, el, un trovador llamado Tancredi. La tradición asociada a esta leyenda dice que el don de la rosa en el día de San Marco se remonta precisamente a este amor atribulado.
Con el fin de vencer los obstáculos que impedían el matrimonio entre los dos amantes, causados por la diferencia de clase, Vulcana encontró un truco y convenció a Tancredi de unirse a los ejércitos de Carlo Magno para combatir a los musulmanes en España, y así ganar títulos y gloria. El joven, enamorado, aceptó ir y se distinguió por su valor al punto que su fama llegó hasta Venecia, donde se casó con la hija de un aristócrata.
Sin embargo, un día durante una batalla, Tancredi fue herido de muerte y, cayendo en un rosal, lo tiñó del mismo color que su sangre. En sus últimos momentos, el joven entregó una rosa al caballero Orlando, el Paladín de Carlomagno (también recordado en el poema épico “La Chanson de Roland” como en muchas otras obras literarias) pidiéndole que la llevará a su amada Vulcana en Venecia, como demostración de su amor.
Orlando, fiel a la promesa hecha a su amigo, partió hacia Venecia y llegado a la ciudad en la víspera del día de San Marco, conoció a Vulcana y le entregó la rosa, dejando a la chica llena de dolor. La mañana siguiente, el 25 de abril, las criadas encontraron a Vulcana en su cama, muerta y con la flor manchada con la sangre de su amado apoyado sobre su corazón.
La noticia se extendió inmediatamente en la ciudad y, justo en memoria de la infeliz Vulcana y su trágica historia, los hombres de Venecia comenzaron a donar, cada año en el día de San Marco, un capullo de rosa roja a sus amadas como símbolo del amor.
La leyenda de Basilio y las rosas de la concordia
Otra leyenda, no tan popular, sobre la costumbre de donar una rosa roja a la mujer amada en el día de San Marcos, está relacionada con el robo del cuerpo de San Marcos para llevarlo desde Alejandría a Venecia. Las reliquias del Santo fueron transportadas en un barco, escondidas en la cesta que contenía fruta y cerdo, carne impura para los musulmanes, por dos comerciantes venecianos, Rustico Da Torcello y Bono (o Tribuno) De Malamocco, que llegaron con el cuerpo del santo a Venecia, el 31 de enero de 828.
Según la tradición, sin embargo, para ayudar a los dos había un siervo llamado Basilio que, con astucia, ayudó con el robo del cuerpo de San Marcos y como recompensa recibió, de sus amos, el rosal que creció cerca de la tumba del Evangelista en Alejandría.
Una vez de vuelta en su casa en Giudecca, Basilio inmediatamente decidió plantar sus rosas en el jardín, y estas crecieron lujosamente durante muchos años, incluso después de su muerte. Luego, cuando la propiedad pasó a sus hijos ellos dejaron las rosas donde estaban, para delimitar la frontera de la residencia. Las rosas, sin embargo, continuaron a crecer solo hasta que había buenas relaciones entre los descendientes de la familia de Basilio.
En el momento en que las relaciones entre los familiares criado empezaron a empeorar (se dice que tambien ocurrió un asesinato entre la familia), la planta dejó de florecer, aunque seguia creciendo.
Un 25 de abril de un año no especificado, sin embargo, una niña de la familia de los descendientes de Brasilio, que estaba en el jardín notó a un joven de la familia rival, al otro lado del rosal, que la miraba con atención. De ese encuentro brotó el amor entre los dos y las rosas, tomadas de la tumba del Evangelista, volvieron a florecer en el jardín de Basilio, generando innumerables capullos rojos. El joven, como símbolo del amor, cortó el capullo más hermoso, lo besó y lo entregó a la niña, haciendo volver la paz a la familia y, por lo tanto, regresando el rosal a la floración.
Desde entonces, los venecianos aún hoy, regalan un capullo a su amada el 25 de abril.