Venecia, 29 de Julio de 2021 – Una escalera elíptica que parece desafiar las leyes de gravedad, se encuentra justo en el “Ospedale dei Derelitti”, lugar que los venecianos conocen como el “Ospedaletto”. Este, es un conjunto de edificios que consta de la iglesia – en Barbaria de le Tole - donde, hace unos diez años, había un hogar de ancianos, en continuidad con el patrón de asistencia que la República de Venecia aseguraba a los más pobres. Este año, Venecia, la ciudad patrón de la organización moderna – sobre todo por lo que concierne la ayuda a los más pobres, huérfanos y viudas por medio de “Ospedaletti” y “Ospizi” - celebra sus 1600 años.
“Construido entre el 1527 y 1528 para acoger mendigos, enfermos y huérfanos – explica Agata Brusegan, curadora del patrimonio artístico de la Fondazione Venezia Servizi alla Persona que administra los cinco sitios monumentales de propiedad de la Ire (entre estos: la Scala Contarini del Bovolo, le Penitenti, le Zitelle y el oratorio dei Crociferi) – nosotros hemos heredado todo lo que se puede llamar estado de bienestar, esencial para poder asegurar una buena vida a toda la población que vivía en la isla”.
La primera institución remonta a los años 975-978 y fue deseada por el Doge Pietro Orseolo I justo a los pies del campanario de San Marco. Ya en 1500, la ciudad contaba con cuatro “Ospedali Grandi”, o sea: el Ospedale dei Derelitti, los Incurabili, la Pietà y los Mendicanti. Estas eran instituciones que daban refugios a las personas y dentro de las cuales también se podía aprender una profesión según el talento que cada uno tenía, como en el caso de las “putte da coro”, cuyos conciertos son reconocidos en todo el mundo.
Debido a la importancia que tenía la actividad musical – considerada un verdadero negocio - los hospitales – sigue Brusegan – solían ser utilizados como compañías teatrales.
Las “putte da coro” se destacaban de las “putte de común” que tenían otras tareas que hacer en la institución, como por ejemplo hacer el encaje o trabajar de profesoras: cada una tenía que hacer un trabajo – sigue – y las chicas solían ser pagadas con la “tasca”, es decir, el trabajo mínimo diario necesario para conseguir el ajuar. De hecho, las chicas solo podían elegir entre tres posibilidades para su futuro: casarse, hacerse monjas o vivir en la institución.
Justo aquí, en la cantoría de la iglesia, el joven Giambattista Tiepolo mientras pintaba una de las pechinas, se enamoró de la “putta da coro” Cecilia Guardi, hermana de los pintores Gianantonio y Francesco Guardi. Al final, a pesar de los varios escándalos, Cecilia guardi acabó siendo la mujer de Tiepolo.
“En época medieval, los que querían hacer obras de caridad lo hacían con tal de salvarse a sí mismos. Este concepto cambió en los primeros años de 1500 gracias a la reforma católica, según la cual las obras de caridad no tenían como objetivo lo de mejorar los que las hacían, sino el mundo entero. Por eso, después de esta reforma, fueron los jóvenes, los huérfanos y la juventud sin herencia, los nuevos beneficiarios de las obras de caridad. Esta nueva manera de entender las obras de caridad tenía un enfoque más secular – explica la curadora. Los hospitales fueron así creados y administrados por los ciudadanos y los benefactores de la nobleza, con el fin de ayudar a los ingresados. Los hombres no solían practicar ninguna actividad musical; en cambio, ellos salían de la institución con un trabajo. De hecho, les pagaban el periodo de práctica que siempre hacían y luego, tenían una línea directa con el Arsenale. Aquí en el hospital había una sala de emergencias por los “febbricitanti” y, además, una de las primeras salas de anatomía de toda la ciudad. Estos hospitales eran ciudades donde había una gran variedad de personas: enfermos, jóvenes, “putte de coro” y encajeras. Esta promiscuidad desaparece con las reformas napoleónicas, cuando la salud se separa de lo social, una división que hoy en día sigue existiendo.
Este conjunto de edificios es uno de los más hermosos para visitar, sobre todo por su escalera elíptica, hecha por el arquitecto Giuseppe Sardi, por el patio de Baldassarre Longhena y también por la última sala de música que queda en Venecia.
“La última que fue construida y la única que queda en la ciudad. Una sala de la acústica perfecta que, en 1776, se adaptó en lugar de las viejas cocinas y que fue construida gracias a una recaudación de fondos en la que participaron cantantes que habían sido acogidos en el “Ospedaletto” – termina Brusegan –. Esta, solía ser usada como sala de ensayo, como sala de conciertos, como lugar de negocios sino también como lugar para entablar relaciones con el exterior. Lamentablemente, la sala fue utilizada muy poco y, dentro de diez años, fue totalmente abandonada a causa de la caída de la República y del cambio de uso del “Ospizio”.