Venecia, 22 de octubre de 2021 – Ser una mujer, en Venecia, nunca ha sido un problema. La ciudad que este año celebra los 1600 años de su fundación en 421, siempre ha estado a la vanguardia bajo diferentes aspectos como la tecnología, el comercio y la manufactura, hasta la igualdad de género y la libertad de las mujeres. Estos dos elementos fueron esenciales en la historia y cultura veneciana desde la época de la Serenísima y transformaron Venecia en una de las primeras ciudades que defendieron los derechos fundamentales, asunto que hoy en día domina el debate público y por lo cual se siguen luchando en muchos países del mundo.
Empresarias, artistas, escritoras y poetisas, las venecianas de la República Serenísima podían escoger llegar a ser cualquier persona, con una libertad de expresión y de acción que hizo Venecia una de las ciudades más vanguardistas de la historia. De hecho, las mujeres de Venecia eran las únicas que, tanto en Europa como en el mundo, tenían los mismos derechos que los hombres y su misma importancia social. Hasta la caída de la Serenísima, las mujeres solían ser admiradas, escuchadas y respetadas, hasta que muchas de ellas llegaron a ser protagonistas de páginas muy importantes de historia, difundiendo la unicidad de Venecia en todo el mundo.
Comprar un horno o una casa, vender los productos de artesanía en una tienda, obtener un préstamo para iniciar un negocio y decidir para la vida de los hijos era, en aquella época, algo imposible para cualquier mujer fuera de las fronteras venecianas. Sin embargo, la Serenísima tenía una cultura y una ideología que favorecía la independencia y las libertades de las mujeres, asegurando y protegiendo sus derechos y castigando los que no los respetaban. De hecho, en el Archivo de Estado de Venecia muchos son los documentos que testimonian como la emancipación de las mujeres fue un valor nacido en la ciudad de Venecia siglos antes de la edad contemporánea.
En la Venecia de las artes y de las artesanías, ya en la edad media, el espíritu empresarial no era solo un oficio de hombres. De hecho, Molfina fiolaria, con su horno fue una de las primeras mujeres que producían herramientas de vidrio, así como las viudas Uliana y Caterina que, en 1373, firmaron por primera vez un contrato para crear una sociedad y producir perfumes. La unión entre empresa y elaboración del vidrio tuvo a Marietta Barovier como mayor exponente. Fue Marietta Barovier la que inventó la perla rosetta, una joya que, en los siglos siguientes, se hizo famosa por ser uno de los artefactos más preciosos del mundo.
Entonces Venecia, en su territorio, vio nacer el primer núcleo de pensamiento feminista, capaz de allanar el camino a los futuros movimientos para la emancipación femenina. Fue Modesta Pozzo, en arte Moderata Fonte que, a partir de la segunda mitad de mil quinientos escribió, por primera vez, un elogio a la mujer, que se considera como uno de los primero manifesto feminista. Elogio que se materializó con la conquista de Elena Lucrezia Cornaro Piscopia, primera mujer al mundo a la que se le permitió graduarse.
También el arte veneciana, en particular la del Setecientos, vio la presencia de dos mujeres: Rosalba Carriera y Giulia Lama. Rosalba Carriera fue la primera mujer en el mundo a la que fueron abiertas las puertas de las cortes reales y de las academias de arte de la época, consiguiendo reconocimientos en toda Europa y llegando a pintar el retrato del rey Luis XV Rey de Francia. Más esquiva y menos acostumbrada a los salones reales era Giulia Lama, que desafió públicamente los grandes pintores de la época, exponiendo sus obras en muchas iglesias venecianas, como en la iglesia de San Vidal y en la iglesia de Santa Maria Formosa.
Siglo tras siglo, las venecianas empezaron a hacerse espacio entre los que una vez fueron considerados "oficios de hombres", aunque las mujeres eran «buenas para todo e iguales a los hombres» como decía la periodista, traductora, directora y tipógrafa, Elisabetta Caminer. Hija de un periodista y crecida entre papel, pluma y tintero, Elisabetta aprendió todo lo que pudo y, a los 17 empezò a trabajar en la «Europa Letteraria», luego convirtiéndose en la primera mujer directora de un periodico: el «Giornale Enciclopedico».
En el Setecientos en Venecia se respiraba aire de libertad y la libertad, desde siempre, es la hija de la cultura. Cultura que en Venecia se veía en los cafés abiertos por la noche, en los teatros y en los discursos que se hacían tanto en las calles y campielli como en los salones de la aristocracia. Cultura que, con el tiempo, permitió a la ciudad abrirse a las contaminaciones y a la renovación de sus valores asegurando, sobre todo a las mujeres, la posibilidad de participar y desempeñar un papel en la sociedad veneciana. De la nobleza a las clases sociales más bajas, las mujeres en Venecia no eran espectadoras sino actrices protagonistas, y con sus vidas, sus artes y sus oficios, transformaron Venecia en una de las ciudades más vanguardistas del tiempo.