Del manantial de los Dogos, en la ciudad de Dolo, salía el Oro Azul de Venecia 

18 January 2022

El agua de la ciudad de Dolo, el así llamado Oro Azul, fue desde siempre un mayor tesoro para Venecia y para este pequeño pueblo, que se encuentra en la Riviera del Brenta. Sangre vital y bien esencial, dio vida no solo a las personas, sino también a la economía de la ciudad, estableciendo durante siglos un vínculo único e indisoluble, que todavía sigue resistiendo. 

El agua es sinónimo de Venecia, y precisamente en la ciudad flotante que este año celebra su 1600 años de vida, no se podía encontrar agua dulce por ninguna parte.

Veniexia è in aqua et non ha aqua”, escribió Marin Sanudo, y fue precisamente por esta razón que las historias de Venecia y Dolo se entrecruzan con motivo del agua potable: el agua de los Dogos.

Fue en 1660, antes de la construcción del acueducto público en la segunda mitad del siglo XIX y después de la época de las vere da pozzo (los típicos pozos venecianos), cuando se solía recoger el agua de lluvia, que se construyó el canal de Seriola. Largo unos 14 kilómetros y de casi un metro de ancho, el canal fluía desde Dolo hasta Moranzani di Mira, llevando el agua que luego se filtraba y cerraba en barriles, listas para ser transportadas a otros lugares.

Hinc Potus Urbi, que es decir “desde aquí el agua potable lleva a la ciudad”, lee la inscripción de mármol grabada en el punto donde la ruta del Seriola se separaba del Brenta, y desde donde el Oro Azul, el agua potable, se cargaba en los barcos y se llevaba hacia la ciudad de Venecia. 

“Una vez llegada a la ciudad, el agua dulce se vertía en los pozos o se entregaba directamente al Doge, convirtiéndose así en un bien esencial para la ciudad de Venecia”, dice Elisabetta Vulcano, fundadora del Centro Studi Riviera del Brenta. 

El agua de Dolo fue un bien esencial y precioso no solo para la vida de los venecianos, sino también porque ella conducía los barcos hasta la ciudad de Venecia, movía las compuerta de las principales represas, y hacía girar la gran rueda de madera del antiguo molino de la ciudad, uno de los más grandes de toda Europa. El molino garantizaba trabajo y riqueza en el pueblo de Dolo, y aquí el grano recogido se llevaba para ser molido, convertido en harina u cargado en los parcos hasta los diferentes mercados locales.  

El molino de Dolo permitió recalificar una zona hasta ahora desconocida, y restaurar las calles y los canales, desviando el Brenta y haciendo que el territorio fuera transitable en todas las condiciones climáticas. Esta decisióntomada por la Serenissima, que siempre fue pionera en muchos campos, pronto resultó esencial. El descubrimiento de América, de hecho, permitió el desarrollo del comercio extranjero y así las pérdidas de los flujos en el Mediterraneo. De esta manera, en una decena de años, el pequeño pueblo de Dolo se convirtió en un centro de referencia económico y social para Venecia, permaneciendo así incluso después de su caída. 

 

El canal de Seriola, de hecho, siguió siendo una de las principales fuentes de agua para el acueducto venecianos, por lo menos hasta el siglo XIX. El molino de la ciudad, por su parte, fue un elemento indispensable para la economía de Venecia, así como para Dolo también, y se mantuvo activo hasta 1989.