Venecia, 20 de julio de 2021- Tener agua potable en la vida cotidiana es esencial. Hoy todo lo que necesitamos es un simple gesto, como abrir el grifo, para disfrutar del agua en la casa. Un gesto que tiene detrás un camino complejo hecho de bombas modernas y equipamientos que empujan y llevan, a las casas de Venecia y a las islas, agua procedente de una perforación y de los purificadores que se encuentran en el distrito de Ca' Solaro. Un gesto que no es tan obvio en la ciudad que, paradójicamente, vive en el agua y todavía no tiene agua potable.
Los venecianos, desde la fundación de la ciudad - que, como marca la tradición, tiene sus raíces en el 421 y que este año, entonces, celebra sus 1600 años - siempre han tenido que ingeniárselas para encontrar agua. Al principio recogiendo el agua de lluvia, luego creando la "vera da pozzo"[1], todavía visible en los típicos "campo" venecianos. Debajo del brocal había una cisterna recubierta con barro donde el agua de lluvia, recogida a través de los desagües pluviales, se filtraba, purificaba y almacenaba (aunque comparados con los parámetros actuales esa agua purificada hoy se vería como nuestras actuales alcantarillas). Estos pozos eran verdaderas cisternas públicas, llenadas -además de la lluvia- por miembros de la corporación de los "Acquarioli" y custodiadas por ellos para evitar robos. Debido a la falta de fuentes de suministro, en Venecia el agua dulce se consideraba un activo muy importante y su gestión se encomendó con cuatro competencias judiciales, nuestros ministerios actuales.
A mediados de 1400 las autoridades decidieron que la única fuente de suministro de agua dulce era el río Brenta, que por esta razón fue monitoreado, excavado y desviado. A principios de 1600 también se construyó el canal de Seriola, del que se tomó agua potable, llevada a Venecia en grandes barcos, denominados "burchi". Los pozos, abastecidos por la lluvia y el agua del Seriola, permanecieron durante siglos como el único sistema de suministro de agua, a pesar de los muchos proyectos presentados con los años. Así se continuó hasta principios de 1800 cuando, con la llegada de los franceses, se empezó a discutir sobre el asunto del suministro de agua potable en Venecia, debido al creciente número de habitantes que, en 1857 superó el récord de más de 120.000 habitantes, que vivían en condiciones sanitarias muy pobres. El estado de los pozos (y entonces del agua que estaba contenida) no era bueno y también por esta razón en esos años se desataron muchas epidemias de cólera.
La ciudad de Venecia necesitaba una solución drástica y radical: la construcción de un acueducto a control público. En 1874, después de 300 años de discusiones y decenas de proyectos, el ayuntamiento decidió construir un acueducto que, tomando el agua del Brenta y Seriola, traía agua a Venecia a través de tuberías colocadas en el fondo de la laguna. La acción fue confiada antes a una empresa inglesa y después a la francesa "Societè generale des eaux" que se hizo cargo del contrato. La noche del 23 de junio de 1884, después de cuatros años de trabajo, se inauguró el acueducto: la Plaza de San Marco se iluminó como si fuera de día y, a la sombra del campanario, se construyó una fuente de la que fluía el agua del acueducto. Sin embargo, el ayuntamiento impuso al administrador de encontrar una fuente alternativa al canal de Seriola que, debido a las intervenciones hidráulicas, ya no parecía ni saludable. Después de unas semanas, se identificaron algunas fuentes de agua pura en la zona de Sant'ambrogio y en la municipalidad de Trebaseleghe (Padua). Los mismos acuíferos que todavía hoy abastecen los grifos de Venecia. Al principio el acueducto reabasteció los pozos, las fuentes públicas y muy pocos servicios privados - porque los costos del servicio eran tan increíbles para la mayoría de los habitantes que siguieron tomando el agua desde las muchas fuentes de Venecia y desde los pozos - aunque en pocos años fue ampliado y al final del siglo XIX las islas de Murano, Giudecca y Lido también se conectaron. 1923 fue el gran año: la Compañía General de Aguas recibió el encargo de administrar el acueducto por la ciudad de Venecia durante 50 años. Debido a las importantes inversiones y obras, que darán al servicio integral de agua la forma y estructura que conocemos hoy en día, el acueducto tuvo un impulso hacia la modernización y el crecimiento exponencial del número de usuarios conectados. En 1973 cuando su concesión expiró, el servicio volvió a ser administrado por el ayuntamiento, que cuatro años más tarde fundó Aspiv, una empresa totalmente pública que más tarde se volvió en Vesta y despues, en 2007, en la actual Veritas.